La venta del marisco tradicional de Guardamar del Segura, el langostino, ha caído durante este verano ante la poca demanda. Los días de bullicio en la lonja del puerto pesquero para asistir a la subasta de este producto de lujo se han acabado. Ahora el precio se ha caído por los suelos porque se paga a una media de 36 de euros, un valor mucho más bajo de lo habitual. A esto se suman los pocos días que julio ha dejado para poder faenar en la bahía, que todos juntos hacen menos de una semana.
La crisis pesa, y sobre todo en los productos 'delicatessen' como es el caso de este marisco con denominación de origen. De una media de 49 euros, y de haber conseguido hasta más de sesenta antaño, ahora se pasa a un precio que no deja margen de maniobra a los pescadores, puesto que la falta de días de buenas capturas provoca que tengan más pérdidas que ganancias.
«La gente no compra, el pescado se abarata porque vienen pocos clientes y muchos se van sin comprar», asegura Manoli Burgos, encargada de la Cofradía de Pescadores. En este caso la venta para restaurantes también se reduce porque no hay demanda, lo que resta competitividad y deprecia el producto.
Los lotes que traen los barcos de mariscadores reciben pequeñas pujas, «la gente espera a que baje mucho el precio o ni siquiera compra», asegura Burgos. En este sentido, las jornadas que los precios caen a un mínimo se llevan a la lonja de Santa Pola para que el langostino se pueda vender por la tarde.
Esta circunstancia se da pese a que los ejemplares de esta temporada son de un gran calibre. Los pescadores señalan que «al langostino no le viene bien los cambios en las mareas, o está varios días removida o muchos días tranquila». Estas condiciones no se han dado en todo el verano, por lo que los bancos se han movido, si bien «las capturas en las jornadas tranquilas han oscilado entre 120 y 150 kilos», explica el subastador Dani Torregrosa.
Desde la cofradía se explica que «esta pesca es muy variable porque se pueden recoger más kilogramos con menos barcos, que un día en el que salgan todos». Así, sobre el mes de agosto, y dependiendo de la cantidad de capturas que se realicen, los mariscadores deciden cambiar o no sus redes por otras más fuertes para recoger otros pescados más grandes, ya que no hay ningún tipo de veda solo se exige la fecha de inicio que se establece a mediados de mayo.
Los restauradores de la comarca cada vez visitan menos el puerto guardamarenco. No todos los clientes se pueden permitir el langostino y por eso los hosteleros no pujan en la subasta. «Este año han venido muy pocos hosteleros del municipio, y eso se nota. En temporada de comuniones no se ha vendido ni mucho menos lo del año pasado», explica el subastador de la lonja de Guardamar.
Una solución al paro
La cofradía de pescadores ha rejuvenecido en los últimos meses con la entrada de jóvenes que han decidido apostar por el mar antes que estar en paro. Varios son los guardamarencos que salen de noche a buscarse la vida en el mar, aunque esta es una empresa todavía más incierta que la propia agricultura puesto que la irregularidad de las condiciones climáticas y la inseguridad de los precios hacen de este un negocio arriesgado.
En la actualidad sólo hay seis barcos pequeños con poca tripulación pero que mantienen la actividad pesquera. De unos noventa barcos a principios de los noventa se ha pasado a tener menos de una decena, aunque «prefieren la mar antes que la falta de empleo», confirma Burgos.
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