En el siglo XIX, las Dunas de Guardamar del Segura estuvieron a punto de hacer desaparecer los cultivos y casas próximas, de engullirlas con preocupante voracidad. El entorno que las rodeaba parecía tener los años contados por el avance de la arena, y la solución pasaba por acabar con ellas. Lo impidió la pericia de un ingeniero, Francisco Mira, a quien debemos la conservación del entorno privilegiado que hoy constituye este paisaje: un parque forestal de más de once kilómetros de largo en plena Costa Blanca alicantina, de dorada y fina arena, entre las localidades de Guardamar y Santa Pola. Las playas entre las dunas, los bosques de pinos, ágaves, palmerales y eucaliptales que constituyen su entorno y un estado de la mar moderado conforman un paraje hecho para el disfrute.
Una de las playas más recomendables de las Dunas de Guardamar es la de El Campo. Antaño usada por contrabandistas de tabaco, hoy mantiene ese halo de aventura en la fisonomía algo salvaje que la caracteriza. Los Viveros, con más de un kilómetro de largo, une el casco urbano de Guardamar con la desembocadura del río Segura, y es otro de los arenales que no deberían perderse quienes se acerquen hasta la zona.
Los que busquen animación pueden dirigirse a la playa Centro (en el núcleo urbano de Guardamar) y la Roqueta, mientras que los amantes de la tranquilidad tienen su cita en Les Ortigues, que permite disfrutar de grandes paseos, y los arenales de El Moncayo y los Tusales, ejemplos de playas vírgenes de gran calidad. Variedad de opciones y un mismo testigo, el Mar Mediterráneo que las baña a todas ellas.
Y después del chapuzón, los parques Reina Sofía y Alfonso XIII y la población de pinos que rodea a las dunas invitan a los paseos a pie o en bicicleta. La desembocadura del río Segura también ofrece posibilidades para la práctica del cicloturismo y el senderismo, en plena huerta levantina. Para quienes no les importe irse un poco más lejos, dos recomendaciones: Guardamar del Segura, una villa en la que las influencias íberas, fenicias, romanas y árabes se entremezclan, y el Parque Natural de las Lagunas de la Mata y Torrevieja, lugar de nidificación de numerosas especies de aves.
Claro que el atractivo de lo misterioso puede sentirse sin necesidad de salir de las dunas: justo detrás de la playa de Guardamar se encuentra el yacimiento arqueológico de La Fonteta. La arena enterró allí durante siglos los restos de un monasterio califal abandonado en el siglo XI. Aquellas piedras cargadas de historia quedaron entonces sepultadas bajo unas dunas que ocultan secretos y que ofrecen a la mirada, a cambio, la fascinación de su manto dorado.Publico 23/06/09
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