El mito de lo salado para cosas saladas, lo pierde la ñora dentro de las jornadas gastronómicas de La Ñora y el Langostino, que cerraron ayer su séptima edición. Locales como La Saranda volvieron a exprimir este producto tan típico que cada año recibe una nueva evolución; está presente desde la sal hasta en las torrijas. Los cocineros de Guardamar del Segura hace tiempo que le perdieron el miedo a este pequeño pimiento que se cultiva en la localidad.
Las mesas han estado repletas durante el día y la noche en establecimientos como La Saranda que ha cuidado una carta para la ocasión. El langostino también es otro de los ingredientes esenciales de este evento, y cómo no, el comensal comienza en la mayoría de lugares degustando este marisco, muy típico de esta parte del Levante. La peculiaridad de esta variedad se la da su color y su sabor, ya que se cría en las arenas finas del fondo de la bahía de Guardamar.
Para no faltar a su propio nombre en este restaurante se ha apostado este año por el pescado de la zona, además del langostino, el pulpo, la sepia y se han buscado otros elementos de la cultura gastronómica local, como es el salazón y otras verduras.
En definitiva los restauradores tratan de exhibir durante una semana todo el trabajo que llevan a cabo en los doce meses previos. Como adelanto al verano en cada establecimiento se llama la atención de los clientes, para ello en La Saranda se ofrecen degustaciones diarias para clientes, así como una cata de cervezas. Del mismo modo que se ponen en valor vinos de una denominación, un especialista explicó el pasado jueves la diferencia de sabor, elaboración y matices de diferentes tipos de cerveza.
«Esto es un detalle con la clientela habitual y con las personas que asisten a las jornadas», explicó la restauradora María Ángeles Lasheras. En este tipo de jornadas todo es nuevo, decoración, platos que se innovan y también los caldos que acompañan a las nuevas creaciones.
La gerente de este establecimiento de reputado prestigio dijo que «nosotros tratamos la ñora de muchos modos, porque pienso que no tiene una sola cualidad, por eso la usamos como postre». Prueba de ello es que uno de los platos creados para una edición anterior se encuentra en la carta, «creamos un postre que fue muy bien acogido, un helado de canela con culís de ñora». Esta especie de salsa para acompañar al helado de canela fue degustada al igual que un tocino de cielo acompañado de la famosa hortaliza que todavía secan las más antiguas del lugar.
Así por un lado se vende el producto autóctono, pero por otro se hace región con la inclusión de un plato como las croquetas de camarrojas con sardina de bota. En una misma receta se conjugan las camarrojas clásicas de la Vega Baja con sardina de bota, también elaboradas en pequeños negocios de la zona desde hace siglos.
Asimismo se conjugan varias técnicas procedentes de otros lugares como el rollito de primavera, pero en este caso con calamar y sal de ñoras de Guardamar. Toda una fusión que se adapta al medio local, y que se acompaña con otra más que famosa torta de migas. Como si fuera una de las panaderías de su entorno, este restaurante apuesta por unas milhojas de almendras con virutas de mojama, algo que recibe un toque sublime con aceite de encurtidos. «Todo elaborado en esta cocina», remarca el chef entre fogón y fogón, quién añade que «el gazpacho de ciruelas es fresco, nos adaptamos al tiempo que hace».
Lasheras apunta a que «hemos tratado de ofertar varios platos por si algún cliente quiere repetir y porque tampoco nos supone nada», con lo que hay cuatro posibilidades a degustar en el plato principal. Asimismo cada día «hemos tratado de trabajar un vino diferente y dar otro de degustación», comenta la propietaria.
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